El Akita es originario de Japón, donde se le considera "de corazón tierno y fuerte". La raza recibe su nombre de la prefectura de Akita, una zona del norte de Japón, donde se desarrolló mediante cruces de chow chows con perros japoneses Kari y Tosa. Siglos atrás, la raza pertenecía únicamente a los líderes imperiales del país. Originalmente, la función del Akita era cazar, vigilar y pastorear. Este perro veloz y poderoso era insuperable en su capacidad para rastrear presas mayores, como ciervos, alces y osos negros. El Akita sigue siendo considerado un perro leal y valiente, y los japoneses ahora lo utilizan como perro policía. Conocido como símbolo de protección, los padres japoneses suelen recibir una pequeña estatua de un Akita cuando nace su hijo. El Akita no solo es símbolo de protección, sino también de salud, felicidad y larga vida. En 1931, el gobierno de Japón declaró la raza Akita monumento nacional y uno de los tesoros nacionales de Japón. Helen Keller fue la primera persona en traer el Akita a Estados Unidos. En 1937, durante una visita a la Perfección de Akita, comentó cuánto admiraba la raza y le gustaría tener uno propio. Su valentía inspiró al pueblo japonés y, como muestra de respeto, recibió un cachorro llamado Kamikaze-Go. Aunque este cachorro murió joven, tuvo la suerte de recibir un segundo Akita y disfrutó de su compañía durante muchos años.